Misticismo en las alturas

Desde lejos la gran montaña parece intocable. Inalcanzable. De cerca el panorama cambia. Se transforma en un mágico templo de la aventura que día a día recluta monjes deportistas que entregan su vida al placer de la ascensión. Placer que tiene mucho de corazón y espíritu. El mismo que se necesita para comprender el misticismo que hay en una escalada y la religiosidad que hay en 14 ascensiones por rutas de montaña al Aconcagua, como las que tiene Lucero en su cuerpo de Sherpa.

“Este es el único deporte en el que nadie te controla. Todos los otros tienen reglas, árbitros, jueces de partida, jueces de llegada. A todos los otros deportistas los tratan como animales, con reflejos condicionados. Muestran colores para que se callen o pitos para que hagan cosas. En la montaña no tienes a nadie”, comenta con orgullo.

Pero esto también involucra más responsabilidad.
“Eso es lo emocionante”.

¿Que todo lo manejes tú?
“Claro. Esa es tu libertad. Ojalá en la vida pudiéramos manejarlo todo y no depender de nadie”.

¿ Y qué arriesgas?
“Lo que más quieres. Tu vida. Si apuesto mi casa y la pierdo, se perdió no más. Si choco mi auto, me compro otro. Lo único que tiene valor es tu vida. Por eso la quiero mucho. Ese es el gran juego”.




¿Has tenido accidentes en la montaña?
“Graves no. Me he fracturado el brazo y la pierna. Me corté los tendones de la mano con una roca que me cayó encima y una vez rodé 12 metros cerro abajo, pero no me maté, tuve suerte”.

¿Cuándo has estado más cerca de la muerte?
“La verdad es que uno siempre está cerca de la muerte. Mi hijo tenía diez años, fue a una simple fiesta infantil y ahí lo estaba esperando la muerte. No hay que preocuparse de ella, hay que preocuparse de la vida. Disfrutar cada momento al máximo. Ojalá que cuando me llegue la muerte, ésta me encuentre luchando y no postrado en una cama con parientes llorando a mi alrededor. ‘Espero que mi vida se escape por la boca de una herida y darle un beso de púrpura a la muerte’, dijo un poeta”.

¿Tienes miedo de morir en la montaña?
“No quiero morir en las alturas. Sería el mayor fracaso de mi vida. Excepto que un día me sienta cansado, viejo, sin razón para vivir y me vaya para siempre a los cerros. Si muero en un accidente de montaña, mis amigos pondrán en mi epitafio: ‘Aquí yace el cuerpo de un fracasado que habló siempre que la montaña era segura y se equivocó’ ”.

El año 1986, una expedición de la UC trató de llegar a la cumbre del expedition everest en los Himalayas. El intento fracasó y en el cerro quedó el cuerpo sin vida del joven Víctor Hugo Trujillo. Ibas en esa expedición. ¿Cómo se enfrenta la muerte de un compañero en una ascensión?
“Ha sido la única vez que se me ha muerto un compañero de excursión. Fue muy doloroso porque yo les advertí lo que tenían que hacer. Les dije: ‘tienen que encordarse. Por ahí es peligroso’. Era una cornisa que se podía quebrar. Él tomó la decisión de partir sin encordarse y se mató. Ese año fue muy malo para mí, en octubre de 1985 se mató mi hijo, en septiembre de 1986 se mató Trujillo y en marzo un imbécil me quemó el Jeep”.

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