Uruguayos de Los Andes: “Lo hicieron por la fama"

“Lo hicieron por la fama…podrían haber bajado de la montaña al tercer día”. Estás sorpredentes declaraciones nos las hizo, el año 1999, el destacado, mítico y casi leyenda viviente del montañismo chileno, Claudio Lucero, en el marco de una entrevista que formó parte de la tesis que nos dio el título de Periodistas.

Lucero tuvo la “suerte” de ser uno de los primeros humanos que pasó la última noche con los sobrevivientes del accidente en Los Andes y durante la entrevista nos dijo cosas alucinantes. Algunas de ellas las hemos publicado aquí.


¿Por qué dices esto?

Porque no es la verdad lo que ellos dicen. Lo hicieron para hacerse famosos y lo lograron. Era su objetivo, ellos no se iban a quedar 70 días en la montaña por nada. Se quedaron justamente para lograr la fama. Tuvieron éxito, ya que planificaron bien las cosas.

Aún son famosos, hasta el Papa los recibió. A nosotros, después de subir el Everest, no nos recibió ni el presidente de la república y éramos los primeros latino americanos en subir la montaña más alta del mundo.


Dices que los uruguayos armaron todo un cuento y estuvieron 70 días en la montaña a propósito.

No lo creo, lo aseguro. Ellos podrían haber salido antes. Porqué esperaron 70 días para salir. Lo que pasa es que la gente no se cuestiona nada. ¿Cómo logras tener un grupo de personas por 70 días sin que nadie haya dicho ¡oye yo no estoy dispuesto a estar aquí y me voy!?. Piensa un poquito. ¿Cómo nadie quiso salir en 70 días?.

Cae el avión, se produce el siniestro. Hay un bloqueo, un estado de shock, pero pasan tres o cuatro días y empezamos a recuperarnos. Pasa una semana y tenemos un poco más de ánimo. Pasan dos y queremos hacer algo. En su caso, tres, cuatro, hasta 70 días y no hicieron nada.

¿Por qué lo que hicieron en al final no lo hicieron el día 10, el día 11 o 12 y esperaron 70 días para salir?. Nadie ha pensado en eso. ¿Por qué crees tú que lo hicieron? No lo creo. Lo hicieron para obtener el éxito que tuvieron. Si hubieran bajado al segundo día, no habría pasado nada. ¿Habrían sido famosos?, ¿habrían ganado plata?, ¿habrían hecho una fundación?. Mi respuesta es: NO.


¿Me dices que aguantaron las condiciones en las que estaban sólo por la fama?

Quien dijo que estaban en malas condiciones, si cayeron en primavera. Hay que cuestionar las cosas y no sólo recibirlas. En primer lugar en Chile la temporada de esquí termina en septiembre, ellos cayeron en octubre. Nosotros los rescatamos en diciembre, en pleno verano.

Segundo, ellos no estaban a mucha altitud como para alegar temas de oxigenación. Estaban sólo a unos mil y tantos metros. En tres días podrían haber llegado a las “Termas del Flaco”, siguiendo el curso de los ríos.

Peor aún. Cuando ellos me dijeron, señalando un mapa, que estaban convencidos que cayeron cerca de Curicó, porque eso les había dicho el navegante, con mayor razón cuestiono el por qué se quedaron ahí.


Por que estaban esperando que los rescataran.

No. Ellos sabían que se había suspendido el rescate. Lo escucharon en una radio que tenían. ¿Por qué esperaron tanto?. Pregúntense ustedes. Yo no los quiero convencer de lo que yo sé.

“No quiero estar en el mismo saco con purto”

En nuestro país hablar de alta montaña y de Claudio Lucero es la misma cosa. Es innumerable la cantidad de andinistas de renombre que ha formado y esculpido a lo largo de su trayectoria como profesor e instructor. De ellos destaca uno en especial. Alumno aventajado que se inició en la alta montaña bajo las órdenes del gran maestro, pero que con el correr del tiempo abandonó la cuerda guía tendida por Lucero y tomó su propia ruta en el ascenso a la cumbre del éxito. Es Mauricio Purto.


“Lo formé y luego lo expulsé de la rama de andinismo de la Universidad Católica por carajo y mentiroso. Qué pena que ustedes me pongan en el mismo saco con él... Es un bastardo, un ladrón, y díganle que yo lo dije. Sinceramente no me gustaría estar en la misma canasta con el señor Purto”, refiriéndose agriamente a su ex discípulo.

“Cuando organicé la primera expedición a los Himalaya, Purto habló con el Rector de la universidad para que yo no llevara a Marambio (en esos días, mejor amigo de Purto). Él decía: ‘Es un mal médico. Todo lo que sabe se lo soplé en las pruebas’. En la dirección le dijeron que era el técnico quien seleccionaba la gente”.

De alguna forma quisimos conocer a los precursores de los grandes ascensos nacionales y luego a las dos vertientes que se originaron en el andinismo chileno...


“No, no, no justifiquen (interrumpe). Yo entiendo. Siento mucho que me pongan en la misma bolsa con ese mal nacido. Si es posible les rogaría que no me pusieran junto a él en su reportaje. Hay otros escaladores. Yo no puedo estar bajo el mismo techo con el señor Purto, porque es un drogadicto, un desprestigio y una vergüenza para el montañismo. No fui al Comité Olímpico de Chile cuando premiaron a ambas expediciones porque no quise estar en el mismo lugar con ese señor. Nos ha hecho mucho daño. Ha puesto en El Mercurio muchas calumnias”.

“Al enviado especial de El Mercurio a Nepal, Felipe Edwards, Purto le dijo: ‘La ruta lógica triunfó. Llegué al Everest’, pero no le dijo que había sido después de la expedición de la Universidad Católica. Así es de mala clase. El Mercurio tuvo que reconocer que se había equivocado. Que la información era falsa y que era una mentira”.

“Todos saben que fue alumno mío. Era un guatón talentoso que nunca había hecho deporte. Hay criminales que son talentosos para matar. En este país algunos ocuparon toda su inteligencia para torturar. Es un don que también se puede ocupar en cosas negativas. Eso es lo que ha hecho el señor Purto”.

La obstinación por la diosa de las montañas

Eres el chileno que más veces ha estado en el Everest. Si tuvieras que elegir algo de todos los fracasos que tuviste en esas expediciones ¿qué rescatarías?
Monte Everest (8.848m), cima más alta del planeta. Lucero estuvo en las expediciones del ’83, ’86, ’89 y ’92.“Ahora veo que los fracasos del Everest nos hicieron entender lo que significa el trabajo en equipo. Uno tiene que vivirlo para darse cuenta de que el yo no sirve mucho. Lo importante es el trabajo en conjunto. De hecho, la expedición de 1983 era muy buena, los 10 mejores escaladores de Chile intentaron la cumbre del Everest y fracasaron porque no trabajaron en equipo. Cuando llegamos allá todos se creían superestrellas y con el derecho de poner la bandera en la cima del cerro”.

¿Por qué volviste en 1986? ¿Era una espina clavada?
“Porque era una tarea que había que hacer. Teníamos que hacer algo que le diera prestigio a este país”.

Otra expedición fue la de 1989. ¿Qué pasó en esa?
“Malas condiciones de tiempo. Ese año no subió ninguna expedición. Estuvimos 100 días trabajando en el cerro y al final nos tuvimos que devolver porque no teníamos qué comer. En esta oportunidad se afiató el equipo que iba a subir al Everest el ‘92”.

“Tengo una mosca en el ojo”.

¿Cuáles son las decisiones más difíciles de tomar en la alta montaña, y cuál te ha tocado enfrentar que recuerdes como muy complicada?

“Cuando hay que devolver gente de una expedición cumbre o cuando tengo que regresar de un cerro. Cuesta tomar la decisión, pero hay que apechugar. ‘Si metes la pata hazlo con facha y no ratoneando’, decía un amigo mío”.

¿Tuviste que abandonar la expedition everest ?

“El Everest en los himalayas. Estaba a 8.350 metros de altitud. 500 metros más arriba estaba la cumbre. Con el lente de mi cámara fotográfica miraba hasta la calidad de la nieve. Podría haberle dicho al mundo que subí la ruta al Everest, pero ¿quién me convence a mí? Tomamos el acuerdo de partir a la cumbre a las doce de la noche, el viento arrastraba nieve polvo y sepultaba la carpa. Cada una o dos horas había que salir y con una pala parte del material de montaña que teníamos y desenterrarla. Cada uno tenía su turno, cuando le tocó a Gastón Oyarzún empezó a palear la nieve y de repente me gritó:
¡Claudio, ayúdame!

Saqué la cabeza de la carpa y vi que Gastón se arrastraba hacia mí.

¿Qué te pasa?

(Gastón Oyarzún, compañero de Lucero en la expedition everest, sufrió con un edema cerebral, lo que les impidió llegar a la cima el año 1983).


Tengo una mosca en el ojo.

Lo metí a la carpa y llamé al médico Jorge Bassa, por radio, para informarle el problema.

Lo que pasa es que Gastón tiene un edema cerebral, me dijo el doctor.

Todos escucharon eso, incluso Gastón.

Entonces que suban los otros a buscarlo, que nosotros a las 12 atacaremos la ruta de montaña a la cumbre, le respondí al médico.
Los otros, como no van a la cumbre, han bajado al campamento base a arreglar su equipo para irse, me contestó Bassa.
¿Qué hago?

No sé, resuelve tú.

“Si no bajaba a Gastón se moría. Si descendíamos, perdía el cerro, y era el Everest, ¡el Everest!. Nunca nadie lo había subido en América y yo estaba a 500 metros de la cumbre. Miré la cima. Miré a mi compañero enfermo. Lo primero que pensé fue ‘mala cueva, compadre; aquí uno viene a la guerra y el que caga, caga no más, pero esta montaña no me la voy a perder’. Felizmente tuve tiempo para pensar. Hubo un Dios que me iluminó y que me hizo darme cuenta que es más importante una vida que una montaña. Y volvimos de los himalayas salvando la emegerncia”.

Misticismo en las alturas

Desde lejos la gran montaña parece intocable. Inalcanzable. De cerca el panorama cambia. Se transforma en un mágico templo de la aventura que día a día recluta monjes deportistas que entregan su vida al placer de la ascensión. Placer que tiene mucho de corazón y espíritu. El mismo que se necesita para comprender el misticismo que hay en una escalada y la religiosidad que hay en 14 ascensiones por rutas de montaña al Aconcagua, como las que tiene Lucero en su cuerpo de Sherpa.

“Este es el único deporte en el que nadie te controla. Todos los otros tienen reglas, árbitros, jueces de partida, jueces de llegada. A todos los otros deportistas los tratan como animales, con reflejos condicionados. Muestran colores para que se callen o pitos para que hagan cosas. En la montaña no tienes a nadie”, comenta con orgullo.

Pero esto también involucra más responsabilidad.
“Eso es lo emocionante”.

¿Que todo lo manejes tú?
“Claro. Esa es tu libertad. Ojalá en la vida pudiéramos manejarlo todo y no depender de nadie”.

¿ Y qué arriesgas?
“Lo que más quieres. Tu vida. Si apuesto mi casa y la pierdo, se perdió no más. Si choco mi auto, me compro otro. Lo único que tiene valor es tu vida. Por eso la quiero mucho. Ese es el gran juego”.




¿Has tenido accidentes en la montaña?
“Graves no. Me he fracturado el brazo y la pierna. Me corté los tendones de la mano con una roca que me cayó encima y una vez rodé 12 metros cerro abajo, pero no me maté, tuve suerte”.

¿Cuándo has estado más cerca de la muerte?
“La verdad es que uno siempre está cerca de la muerte. Mi hijo tenía diez años, fue a una simple fiesta infantil y ahí lo estaba esperando la muerte. No hay que preocuparse de ella, hay que preocuparse de la vida. Disfrutar cada momento al máximo. Ojalá que cuando me llegue la muerte, ésta me encuentre luchando y no postrado en una cama con parientes llorando a mi alrededor. ‘Espero que mi vida se escape por la boca de una herida y darle un beso de púrpura a la muerte’, dijo un poeta”.

¿Tienes miedo de morir en la montaña?
“No quiero morir en las alturas. Sería el mayor fracaso de mi vida. Excepto que un día me sienta cansado, viejo, sin razón para vivir y me vaya para siempre a los cerros. Si muero en un accidente de montaña, mis amigos pondrán en mi epitafio: ‘Aquí yace el cuerpo de un fracasado que habló siempre que la montaña era segura y se equivocó’ ”.

El año 1986, una expedición de la UC trató de llegar a la cumbre del expedition everest en los Himalayas. El intento fracasó y en el cerro quedó el cuerpo sin vida del joven Víctor Hugo Trujillo. Ibas en esa expedición. ¿Cómo se enfrenta la muerte de un compañero en una ascensión?
“Ha sido la única vez que se me ha muerto un compañero de excursión. Fue muy doloroso porque yo les advertí lo que tenían que hacer. Les dije: ‘tienen que encordarse. Por ahí es peligroso’. Era una cornisa que se podía quebrar. Él tomó la decisión de partir sin encordarse y se mató. Ese año fue muy malo para mí, en octubre de 1985 se mató mi hijo, en septiembre de 1986 se mató Trujillo y en marzo un imbécil me quemó el Jeep”.

"Si es debil que muera chico"



"Zamba para no morir”
“... Al morirse en el cielo la luz del día se va.
Quedándome solo al final muerto de sed harto de andar.
Pero sigo creciendo en el hijo que vuelve a nacer, vivo
Una historia me recordará siempre...”

(Esta es una de las estrofas de la canción favorita de Claudio Lucero.
Autor: Atahualpa Yupanqui).


Se niega a prestarle unas cuerdas a un “gringo” que quiere ir al cerro, porque no sabe con quiénes va a salir de excursión. Para él, la seguridad en la montaña es vital.

“Estoy metido en el montañismo porque me gusta la montaña. No hay otro interés. No voy a hacerme rico con esto, porque los milagros no existen. No creo que un tipo con dos pollitos se haga millonario”. Para él, trabajar es esencial.

Claudio Lucero. El hombre de roca, como lo llaman algunos.“Estoy sentado en mi casa, cenando en la noche de Navidad y suena mi radio. Tengo que partir. ¿Por qué? Tengo un compromiso con el Cuerpo de Bomberos de Santiago”. Para él, proteger la vida es fundamental.

Enmarañado, puntiagudo y agrietado por los años. Con recovecos, cumbres y valles interiores de difícil acceso por su vida. Con isotermas diferentes, dependiendo de la altura del debate, por su historia. Claudio Lucero, un iquiqueño difícil de definir sin compararlo con un gran cerro. Tiene años, experiencia, cimas, muertos, naturaleza y vida. Quizás la única diferencia entre ambos es que uno es más imponente que el otro.

A los 16 años llegó a Santiago proveniente de la nortina tierra de campeones. Su padre, contador, trató de imponerle la tradicional profesión familiar, pero la creciente personalidad de Lucero no lo permitió: “No me gusta estar metido en una oficina contando intereses ajenos”.

Un día Lucero padre lo encaró y le dijo:
“O trabajas o estudias, vagos no quiero en esta casa”. Ahí decidió estudiar de noche y trabajar de día como vendedor, en unas minas de sal, y también arando la tierra.

Sus estudios de Educación Diferencial lo llevaron a ejercer, durante largos 17 años, en una escuela hogar de la Casa Nacional del Niño, perteneciente al Servicio Nacional de Salud. “Fue un trabajo maravilloso -cuenta- con huérfanos y abandonados que llegaban en un paquete. Tenía que inscribirlos en el registro civil y hacerlos ciudadanos. Les ponía nombres de alcurnia como Alessandri, Balmaceda o Errázuriz. Luego estudié Educación Física”.

“La verdad es que se comían todo de los muertos”.


Imagen tomada con una cámara fotográfica de los mismos sobrevivientes.

Claudio Lucero fue uno de los miembros del equipo de rescate de alta montaña, que paso la última noche dentro del fuselage del avión junto a los sobrevivientes del "Milagro de la Cordillera de Los Andes", que faltaban por rescatar.

Nos contó su opinión sobre los primeros contactos con los uruguayos y el hecho de que comieran carne humana para sobrevivir en la nieve, que no tuvieran el material de montaña necesario para la emergencia.

"Los uruguayos se comían a un individuo entero. Todo, todo, todo. Lo único que no se comían, lo que haría cualquier antropófago en el mundo, eran las manos, los pies y la cara de su víctima, porque son las únicas partes que reconoces que es una persona" nos dijo.

¿Pero ellos dijeron que se habían comido sólo algunas partes?.

Eso no es verdad. Si incluso uno de ellos llegó pesando sólo 2 kilos menos. Eso es por la cantidad de proteínas que comía. Incluso la noche que me tocó pasar con ellos conversaban y comentaban sobre quien se había comido la “pirula” de alguien que estaba dotado por la naturaleza. Yo dije “estos están locos”. Por supuesto esa noche no dormí. Nos turnamos con el guatón Villegas para cuidarnos con un piolet en la mano. “Capaz que nos coman a nosotros estos locos”, decíamos. Si se comían entero al tipo.


Que le cuenten a la gente que quiere creerle.

¿Cómo estaban ellos de ánimo y sicológicamente?.

Ellos estaban en su mundo, en un mundo metidos en la mierda en la hediondez. Era como una población callampa (pobre) en la que duermen todos amontonados. Ellos estaban felices en ese mundo porque era su mundo en esos momentos.

Ellos sabían que los íbamos a rescatar porque dos habían salido a pedir ayuda, nosotros no los encontramos, ellos pidieron ayuda. Yo me pregunto por qué no hicieron eso hace 70 días. Luego, si realmente comieron carne humana, yo en su lugar no hablo más del tema. Cierro el capítulo y trato de olvidar, pero no hago una conferencia de prensa. Vendieron las fotos que habían tomado y le contaron a todo el mundo que habían comido carne humana. Esa era la gracia, hacerse famoso. Escribieron libros, hicieron películas. 70 días de sacrificio y tuvieron éxito. Nosotros estuvimos 100 días en el Everest, y ya nadie se acuerda, es que no nos comimos a nadie.

Soy mortal, lapidario, hiriente y muy franco.












Fotografía de Claudio Lucero


“Mi primer contacto con la alta montaña debe haber sido a los tres días de vida. Hice lo mismo con mi hijo Rodrigo, el más pequeño. Lo saqué cuando tenía cuatro días. Le lavé el poto en un estero de agua helada. Lloró como condenado. Si es débil que se muera chico. Para qué gastar plata en una persona débil. En esta sociedad los pisotean”.

Buscar una frase que defina a Claudio Lucero no es fácil. Todo lo que dice sirve para enmarcarlo y destacarlo. No hay oración dicha al azar. Todo tiene su sentido y motivación. Es un Sherpa de la comunicación. Crea el ambiente. Es como una obra de teatro. Caracteriza distintos personajes. Vocifera en diferentes tonos. Utiliza el silencio. Incluso manipula al interlocutor. Lo importante es que maneja la atención de quien lo escucha. Por eso le llaman el “místico de la montaña”. Porque cautiva con las palabras e hipnotiza con las historias.



¿Tu primera montaña, el San José, en Santiago, es la más importante?
“No hay montañas más importantes. Son como las mujeres. Tú le das la importancia. Este cerro fue un hito porque entendí, a los 17 años, la fatiga y el placer que se siente al llegar a una cumbre”.


¿Es la misma sensación llegar solo a una cumbre que llegar con alguien?
“No, no. Para mí no hay cosa más linda que llegar a una cumbre acompañado. Es como celebrar algo. La montaña es un pretexto, lo importante son los amigos con los que uno sube. Para mí es una lucha personal, no importan los aplausos. Hay gente que dice que soy muy idiota porque tengo 66 años y me gusta pasar frío, hambre, cansancio y peligro. Disfruto mi libertad en la montaña. Nadie controla mi tránsito y ese momento no tiene precio. Cuando me muera van a escribir muchas historias de mí, algunas serán ciertas y otras no, pero eso de qué vale si voy a estar muerto. Lo importante es que ahora puedo poner mis silenciosas huellas en la nieve blanca y mirar sin restricciones los campos infinitos”.

¿Qué ha cambiado de la alta montaña y del montañismo en estos últimos 30 años? ¿Se perdió el romanticismo?
“Hay gente que sigue con eso, pero en esta sociedad nada es romántico ahora. Tengo un amigo que es pintor y que pinta lo que vende, no lo que él quiere.
Campamento en el Gasherbrum II, 1979, primer ascenso de un ocho mil para Chile. Mucha gente hace montaña por figurar, no por placer. Yo enseño el montañismo clásico. El problema es que me cuesta llevar a mis jóvenes a los cerros, todo es propiedad privada. Hay que estar pidiendo permiso, antesala y audiencia para ir a una cumbre. ‘Chile país de montañas’ (ríe con ironía). ¿Y quiénes son dueños de las montañas? Todo es propiedad privada”.

¿Qué ha cambiado de ti en estos últimos 30 años?
“Sigo siendo el mismo “pelota” de hace 30 años. Un romántico que ama la naturaleza, la nieve, las rutas de montaña, las expediciones y cree en la bondad de la gente”.

¿Qué críticas te harías? ¿Qué defecto te caracteriza?
“Tengo muchos. Soy mortal, lapidario, hiriente y muy franco. Me echaron de la Federación de Andinismo porque dije que estaban robando plata. Al tiempo, el presidente y el tesorero se fueron presos por ladrones. Luego me llamaron para darme un premio por un cerro. Pensaron que me podían comprar con regalos. Son idiotas y una tropa de mediocres”.



¿Por qué sacar a la luz esta verdad ahora?







Fotografía tomada con una máquina fotográfica de los mismos sobrevivientes.


No hay una razón concreta.
Más bien yo diría…y ¿por qué no sacarlo a la luz pública?.
¿Por qué reservarnos esta información tan controversial y polémica?.
¿Por qué guardar en el cajón la otra cara de la moneda, contada por uno de los protagonistas del rescate, en persona?

Hace ocho años no creíamos en el poder de Internet y en la fuerza que tiene un blog. Hoy pensamos de manera distinta.

Somos ocho años más viejos, menos sensibles, más escépticos, menos arriesgados, más sentimentales, menos comprometidos y sobre todo, somos ocho años más periodistas.

Hace casi tres años que soy padre y sé que dentro de muchas otras cosas, la responsabilidad que me seguirá de por vida con mi hija, es la de ser consecuentes.

Por eso nos decidimos a contar la verdad que no cuenta Claudio Lucero. Porque creemos en la sinceridad y no creemos en los dobles discursos.

Verlo sentado junto a los sobrevivientes del “Milagro de Los Andes”, en los homenajes que recordaron los 35 años de la tragedia, no hizo recordar lo que sabíamos y nos planteo el dilema: “ser consecuente entre lo que dices, lo que piensas y lo que haces”.

Al final no hay una razón concreta….hay muchas.

¿Qué es el “Milagro de Los Andes”?

El viernes 13 de Octubre de 1972 un avión uruguayo, que llevaba 45 pasajeros a Chile, se estrello en la Cordillera de los Andes.Los sobrevivientes soportaron bajísimas temperaturas, escasez de alimentos, aislamiento, desesperanza, agotamiento y falta de material de montaña.
Fotografía tomada con una máquina fotográfica de los mismos sobrevivientes.

El hambre los obligó a alimentarse de sus compañeros muertos para poder seguir viviendo.
Finalmente, desesperados por la situación, un grupo decide planificar el descenso. Dos de ellos consiguen contactar con un arriero chileno, el cual los lleva de vuelta a la civilización.

El llamado “Milagro de Los Andes” había nacido. 16 personas sobrevivieron 72 días, a un accidente aéreo en la cordillera de Los Andes.

Uruguayos de Los Andes: “Lo hicieron por la fama"

Claudio Lucero sobre los rugbistas uruguayos de Los Andes: “Lo hicieron por la fama…podrían haber bajado de la la cordillera de los andes al tercer día”.


“Lo hicieron por la fama…podrían haber bajado de la cordillera de los andes al tercer día”. Estás sorpredentes declaraciones nos las hizo, el año 1999, el destacado, mítico y casi leyenda viviente de la altamontaña chilena, Claudio Lucero, en el marco de una entrevista que formó parte de la tesis que nos dio el título de Periodistas.

Lucero tuvo la “suerte” de ser uno de los primeros humanos que pasó la última noche con los sobrevivientes del accidente en la cordillera de Los Andes y durante la entrevista nos dijo cosas alucinantes. Algunas de ellas las hemos publicado aquí.


¿Por qué dices esto?
Porque no es la verdad lo que ellos dicen. Lo hicieron para hacerse famosos y lo lograron. Era su objetivo, ellos no se iban a quedar 70 días en la alta montaña por nada. Se quedaron justamente para lograr la fama. Tuvieron éxito, ya que planificaron bien las cosas.

Aún son famosos, hasta el Papa los recibió. A nosotros, después de subir el Everest, no nos recibió ni el presidente de la república y éramos los primeros latino americanos en subir la montaña más alta del mundo.


Dices que los uruguayos armaron todo un cuento y estuvieron 70 días sin material de montaña a propósito.

No lo creo, lo aseguro. Ellos podrían haber salido antes. Porqué esperaron 70 días para salir de la emergencia. Lo que pasa es que la gente no se cuestiona nada. ¿Cómo logras tener un grupo de personas en la nieve, por 70 días sin que nadie haya dicho ¡oye yo no estoy dispuesto a estar aquí y me voy!?. Piensa un poquito. ¿Cómo nadie quiso salir en 70 días?.

Cae el avión, se produce el siniestro y la emergencia. Hay un bloqueo, un estado de shock, los primeros auxilios, pero pasan tres o cuatro días y empezamos a recuperarnos. Pasa una semana y tenemos un poco más de ánimo. Pasan dos y queremos hacer algo. En su caso, tres, cuatro, hasta 70 días y no hicieron nada.

¿Por qué lo que hicieron en al final no lo hicieron el día 10, el día 11 o 12 y esperaron 70 días para salir?. Nadie ha pensado en eso.


¿Por qué crees tú que lo hicieron?
No lo creo. Lo hicieron para obtener el éxito que tuvieron. Si hubieran bajado al segundo día, no habría pasado nada. ¿Habrían sido famosos?, ¿habrían ganado plata?, ¿habrían hecho una fundación?. Mi respuesta es: NO.


¿Me dices que aguantaron las condiciones en las que estaban en la cordillera de los andes sólo por la fama?

Quien dijo que estaban en malas condiciones, si cayeron en primavera. Hay que cuestionar las cosas y no sólo recibirlas. En primer lugar en Chile la temporada de esquí y nieve termina en septiembre, ellos cayeron en octubre. Nosotros los rescatamos en diciembre, en pleno verano.
Segundo, ellos no estaban a mucha altitud como para alegar temas de oxigenación. Estaban sólo a unos mil y tantos metros. En tres días podrían haber llegado a las “Termas del Flaco”, siguiendo el curso de los ríos.
Peor aún. Cuando ellos me dijeron, señalando un mapa, que estaban convencidos que cayeron cerca de Curicó, porque eso les había dicho el navegante, con mayor razón cuestiono el por qué se quedaron ahí.


Por que estaban esperando que los rescataran.
No. Ellos sabían que se había suspendido el salvamento. Lo escucharon en una radio que tenían. ¿Por qué esperaron tanto?. Pregúntense ustedes. Yo no los quiero convencer de lo que yo sé.

"Dormí con ellos en el avión estrellado”.


Por tradición familiar, Claudio Lucero ingresó a los 18 años al servicio de bombero. Por un tiempo se retiró del mundo de los rescates y la alta montaña porque no aceptó la estricta disciplina que se impone al interior de los cuarteles y se peleó con el capitán de la compañía. De paso echó a todos los bomberos de su club de andinismo, hasta que se reconcilió con esta actividad de rescate y hoy es un miembro destacado en el Cuerpo de Bomberos de Santiago.

Interviniste en el rescate de personas durante el incendio en la torre Santa María. ¿Cómo fue esa emergencia?
“Fue una misión más de salvamento. Me descolgué de un helicóptero a la terraza cuando se estaba incendiando la torre y lo que hicimos fue regular la evacuación de la gente. Tuvimos que ordenar a las personas para que subieran al helicóptero. Estaban desesperadas por salir, así que había que controlarlas. Fue un incendio espectacular. Once personas murieron en ese siniestro y yo perdí a un compañero”.

¿También participaste en el rescate de los rugbistas uruguayos cuyo avión cayó en la cordillera, en 1972?
“Eso tiene que ver con el Socorro Andino. Trabajé muchos años con ellos. En el rescate de los uruguayos fui jefe de patrulla, estuve en la búsqueda, rescatamos a los vivos y sepultamos a los muertos. Fui el primer ser humano que ellos vieron después de 70 días en la cordillera de los andes. Dormí con ellos en el avión estrellado”.